De conformidad
con el diccionario de la Real Academia Española (RAE), en la primera de las acepciones del término claudicar (del latín claudicāre,
cojear) se entiende por tal “Acabar por ceder a una presión o una
tentación”.
La actual delegada del gobierno en Madrid, CRISTINA CIFUENTES ha acabado cediendo
a la presión del denominado movimiento 15-M.
Al parecer, se concedió una autorización para los días 12,
13, 14 y 15 con horarios limitados cuya hora de expiración no debía superar las
22:00 horas. Ya, el primer día, el desalojo completo de la Puerta del Sol se
verificó pasadas ampliamente las 4 de la madrugada; igual sucedió con el resto
de los días, a excepción de la madrugada del día 16 en que los “presuntos indignados” se dedicaron a
recorrer en manifestación el centro de Madrid.
No se trata de una actuación condescendiente con dicho
movimiento, sino una actuación de claudicación plena.
La tal CIFUENTES,
la misma que propugna en el seno de su partido, el PP, la eliminación de toda referencia al humanismo cristiano, ha
dejado a su antecesora, la socialista DOLORES
CARRIÓN en una óptima posición; y es que ya se sabe, alguien vendrá que
bueno te hará,
Una vez más se ha permitido, por quien debe exigir el
cumplimiento de las normas, el total incumplimiento de las mismas de manera
pública y notoria, en lo que supone una dejación de funciones absoluta. La tal CIFUENTES queda plenamente
descalificada para seguir al frente de la delegación del des-gobierno, porque más que gobierno, ahora más que nunca está
justificado el uso del término des-gobierno.
Se ha tolerado, se ha consentido mucho más de lo que debiera permitirse al
amparo de la norma jurídica, que obliga a todos. ¿O no, CIFUENTES?.
Si el des-gobierno
es incapaz de que se cumplan las normas, ¿qué credibilidad y confianza puede
tener en otros ámbitos, como el de la economía?. Los mercados están ofreciendo
la respuesta: nula o poca credibilidad; nula o poca confianza.
Igualmente,
también de conformidad con el diccionario de la Real Academia Española (RAE), se ofrecen varias acepciones
del término vergüenza, cuya etimología se encuentra en el término latino
verecundia.
Nos quedaremos
con las acepciones 1ª, 3ª y 4ª, en cuya virtud, se entiende por vergüenza,
respectivamente: “1. Turbación del ánimo, que suele encender el color del rostro,
ocasionada por alguna falta cometida, o por alguna acción deshonrosa y
humillante, propia o ajena; 3.
Encogimiento o cortedad para ejecutar algo; y, 4. Deshonra, deshonor”
En íntima conexión con el concepto de vergüenza, la RAE
define la vergüenza ajena como “La que
uno siente por lo que hacen o dicen otros”. Cualquier ciudadano de bien
tiene que sentir necesariamente esa vergüenza ajena por la actuación negligente,
cobarde, humillante y deshonrosa, de la delegación del gobierno en Madrid,
personalizada en su delegada, la tal CIFUENTES,
que se ha encogido ante un grupo de no se sabe qué tipo de personajes,
deviniendo su actuación una total deshonra y deshonor para el conjunto de la
ciudadanía madrileña, ajena por completo a ese movimiento que no representa a
nadie.
También hace referencia la RAE en su diccionario al
concepto de perder alguien la vergüenza, acto que define como “Abandonarse, rebajándose en su conducta”.
La conducta exigible a la tal CIFUENTES
en su calidad de delegada del gobierno en Madrid era la del mantenimiento del
orden, del cumplimiento de la ley; esto es, una conducta típicamente jurídica,
sin más connotaciones. Desgraciadamente, una vez más, el ciudadano madrileño ha
asistido al abandono del poder, a la cesión del mismo a un grupo de personajes
que han hecho lo que han querido.
Por tanto, puede afirmarse que nos encontramos ante una claudicación vergonzosa, porque la
actuación de la delegada del gobierno ha causado verdadera vergüenza.
Y es una claudicación
vergonzante porque se ha tratado de encubrir o disimular dicha actuación
vergonzosa al objeto de que no se notara en exceso, tratando además de justificarla.
En este sentido, lamentable la actuación de algunos medios cercanos (dicen) a
la derecha, justificando la actuación de la tal CIFUENTES.
El contribuyente no puede pagar sus impuestos para que
personajes como la delegada del gobierno sean incapaces de ejercer bien y
fielmente las funciones para cuyo cargo han sido designadas.
Por decencia, por dignidad, señora CIFUENTES: ¡VÁYASE!
Ni un día mas cobrando del contribuyente quien es incapaz de cumplir la ley y hacerla cumplir.
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